Ser latino
Un blog de conciencia latina
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sábado, 2 de marzo de 2024
Mi decalogo del cuentista
Decalogo para cuentos
- El cuento debe tener más de una lectura, más de una historia. Al leer un cuento uno encuentra diferentes niveles, mini historias que ayudan a crear un ambiente de crecimiento, de múltiples posibilidades. Casi podríamos decir que un cuento es una novela en progreso.
- El cuento debe obligar a una re-lectura, los detalles hacen una historia interesante, provocar al lector es la mejor manera de generar una relación con la historia.
- Terminar un cuento puede ser difícil, pero los personajes te ayudarán a llegar al final. pregúntales, ellos te guiarán hasta donde quieren ir.
- Cuando escribes solo escribes para ti. Se honesto contigo mismo. Cuando el cuento está terminado, es un pájaro que dejas volar sin rumbo.
- El corazón de un cuento es el conflicto, sin esto, el cuento no existe. Puedes contar anécdotas, experiencias vividas, pero un problema siempre necesita una solución, casi matemático, sin serlo.
- No necesitas contar el trasfondo de las cosas. deja que el lector cree su propio trasfondo. Ayuda a inquietar al lector, no a hacerle más cómoda la zona de comfort.
- Un cuento es una pared en donde todos los ladrillos encajan: palabras, comas, tiempos. No agregues cosas innecesarias, golpea al lector con recursos literarios sin irte por las ramas.
- El lugar perfecto para leer un cuento es el baño, no te excedas en la escritura para no exceder la lectura, los otros también necesitan ir al baño.
- Un buen lector se da cuenta si conoces sobre lo que estás escribiendo, escribe sobre lo que sabes y aprende lo que no sepas. La honestidad literaria se paga con confianza leída.
- La escritura viene de tu vida, vive, escucha, indaga, experimenta, el cuento llegara a ti solo después. Vas a escribir lo que vives tan solo para recordarla de una mejor manera y luego se la contarás a los demás.
miércoles, 23 de febrero de 2022
lunes, 25 de octubre de 2021
El arte de Banksy en una ciudad que le sienta bien: Chicago
Banksy es sin duda uno de los artistas más controvertidos de los últimos tiempos. Una suerte de Andy Warhol de los bajos fondos, de la oscuridad, de lo que no se ve. Él no ve belleza en lo pop, en hollywood, o en las calles, él ve algo que se percibe pero no se muestra, lo que está latente, pero no dejan que florezca. Incluso él mismo se ha creado en la icognita, como un personaje que actúa en la sombra. De hecho nadie conoce su cara, y no deja de vanagloriarse de eso mismo: “Nobody ever listened to me until they didn’t know who I was.”, reza una frase suya al comienzo de su exhibición en Chicago, quizás la ciudad perfecta para este tipo de arte, su arte. Y digo que Chicago es la ciudad perfecta por su historia de lucha, de trabajo duro y mal pago, y de los eventos sociales que marcaron a esta ciudad y al mundo.
En su obra hay mucha sutileza, irreverencia, sarcasmo, pero también un mensaje directo y político hacia dónde el autor quiere ir, y no teme decir lo que piensa. Uno de los primeros trabajos que se ve en la muestra se titula “Keep Left”, o sea: Manténgase en la izquierda. Su obra es contestataria por naturaleza, alguno de sus trabajos icónicos están dedicados a la brutalidad policíaca, a la monarquía inglesa, a las interminables guerras en oriente medio.
A veces su provocación va más allá de la simple muestra y la hace más “interactiva”, él es famoso por dejar ratas sueltas en sus muestras para recordar al espectador los aspectos sociales que olvidamos o que no queremos ver. A veces uno puede pensar que esas actitudes son de mal gusto o insalubres, incluso de abuso de animales, pero eso mismo es lo que hace a un artista como Banksy, el sacar a la gente de contexto y de la zona de confort para ver una realidad que no siempre es cómoda y que no siempre condice al mensaje de lo convencional.
También se da tiempo para criticar los estándares de lo visual, de los precios que se pagan por el arte, en especial su arte: “I Can't Believe You Morons Actually Buy This Shit”. Quizás criticar su propia clientela o seguidores, sea el acto artístico más osado que Banksy ha mostrado, y por ende, el mayor de rebeldía de una artista.
Hay efectos visuales que suavizan la mirada de su arte también, una niña sosteniendo un globo, o en el mismo “Keep Left”, en vez de una molotov se arroja un ramo de rosas. Quizás ese sea un llamado a la imaginación, a pensar diferente en el contexto de violencia social que vivimos hoy en día.
Su muestra en Chicago reúne mucho de su arte más conocido, sus grafitis, sus mensajes anti establecimiento, su mordaz gusto por lo antiestético. Por eso coincido en que Chicago es la urbe perfecta para su obra, ojalá también veamos sus grafitis en las calles y paredes de la ciudad.
sábado, 16 de octubre de 2021
Notas sobre el exilio y “Los otros exilios”
Notas sobre el exilio y “Los otros exilios”
Cuántos exilios puede acarrear un hombre, una mujer, un alma. En cada soledad habita un inmigrante, un expatriado, un paria de sí mismo. Si entendemos como exilio aquel sentido del destierro, del abandono, también lo podemos entender como el acto de una búsqueda, o quizás el de la cura de un mal singular y ancestral. Emigrar es, en muchos casos morir un poco, y al mismo tiempo renacer en un cambio necesario e inevitable. Las razones siempre son subjetivas, pero quizás exista un balance entre la cobardía de abandonar el presente y la valentía de enfrentarse a lo desconocido. Estas dos sentencias son verdades absolutas pero también subjetivas. En Argentina 100 personas por día abandonan el país, en Estados Unidos se deportan 300.00 personas al año, y así en distintas partes del mundo se crean exilios, desarraigos, soledades. ¿Cuántos exilios existen? Por que ya no solo son los exilios geográficos que nos afectan, están los culturales, los sociales, los económicos, los sexuales, los de género, los políticos, los internos, los externos, los del encierro, los del abandono, los emocionales, los…
La pregunta persiste: Cuántos exilios puede acarrear un hombre, una mujer, un alma. Sin dudas las respuestas pueden aparecer y desaparecer sin aviso, sin resquemores.
Ahora bien, para combatir esos exilios hay formas que nos pueden ayudar. El arte es quizás una de las mejores maneras de enfrentarlos, pero al mismo tiempo, uno debe ensimismarse, crear otro exilio propio, personal, único, y a partir de allí inventar la propia cura, la resistencia, la identidad de uno mismo para poder reinventarse en un nuevo lugar, en una nueva situación. Al crear arte nos volvemos contestatarios, hacemos política, sí, porque cada ver que uno se expresa, da su postura, su punto de vista, está haciendo política. Nos guste o no, afirmamos quienes somos con la palabra, con lo visual, con lo sonoro. Cada declaración, independientemente de cómo la hagamos, nos da un espacio en el mundo, la voz se convierte en roca y su peso hace rodar esa verdad generando el ruido de las realidades, nuestras realidades, que no son menos que las realidades de otros, ni de aquellos que llegaron primero, ni de aquellos que han estado desde tiempos inmemorables.
Nos reconstruimos todos los días, aquí o allá, donde quiera que ese aquí o allá sea. Los exilios generan emociones incontenibles, la mayoría no son buenas, otras tienen una historia diferente, pero el proceso es irreversible, para bien o para mal, el exilio, la migración, el desarraigo nos cambia, y está bien que eso suceda, porque no hay mejor manera que enfrentar nuestras propias dudas que enfrentando nuestros demonios y conformar un nuevo ser. La pregunta persiste: Cuántos exilios puede acarrear un hombre, una mujer, un alma.
sábado, 31 de octubre de 2020
¿El futuro de la humanidad? Arreglarnos sin papel higiénico
Los pasillos del Walmart son una locura. No hay Clorox, no hay elementos de limpieza. Me paso al otro pasillo a buscar papel higiénico, los estantes están vacíos. Al final del pasillo dos mujeres, una mayor de cabellos blancos y otra mujer más joven y corpulenta, con varios rollos en su carro, luchan por el último paquete de papel higiénico. Otra mujer se acerca a calmarlas. Al verse filmadas por un tipo curioso que parece disfrutar la escena, la mujer joven se va, furiosa, diciendo cosas inteligibles. Esta película ya la he visto. Hay que esperar unos días para que empiecen las roturas de cajeros automáticos y los saqueos en los supermercados. La película es, como se pueden imaginar, de terror.
Alguien me pregunta en el wassap si creo en alguna de las teorías de conspiración que andan dando vueltas, yo pienso en ese video de un murciélago hervido en la sopa de una linda chica china que parece deleitarse con el asqueroso animal en la boca. Digo que no, al menos por ahora pienso eso, que el virus no se escapó de ningún laboratorio militar de China, ni de Estados Unidos, ni de Rusia. Veo más videos de gente comiendo sopa de murciélagos. Eso me lleva a ver otros animales que la gente come: sesos de mono, tarántulas, gusanos, perros, gatos. De repente alguien fabrica un meme de Trump tirando rollos de papeles higiénicos en Puerto Rico. Cierro la computadora y me pongo a leer a Antonio Dal Maseto, sus cuentos son de una sencillez conmovedora. Por accidente vuelco lo poco que queda en el vaso de mi gin and tonic, algo que bebo bastante seguido estos días. Es una buena excusa para servirme otro vaso. Busco las toallas de papel para limpiar el derrame, pero al ver el rollo ya con pocas toallas pienso en que debería ser cuidadoso con él, quizás deba darles otro uso muy pronto.
En la televisión aparece Trump dando nuevas medidas para combatir esta peste, la llama el virus chino, dice que la enfermedad es extranjera. Yo soy extranjero, todos mis amigos son extranjeros, mi hijo es extranjero, me acuesto solo con mujeres extranjeras, escribo en una lengua extranjera. Pienso, al fin de cuentas, todos somos extranjeros en el mundo. Somos aliens en este país, me pregunto si la criatura de la película El octavo pasajero necesitaba papel higiénico.
Alguien postea en el facebook sobre la muerte de varios médicos muertos en Italia, que se contagiaron atendiendo a los enfermos del Coronavirus, ahora recuerdo que alguien, un funcionario del gobierno lo llama el Kung-flu, en clara alusión racista, alguien seguramente totalmente alineado con el presidente. Busco en internet y recuerdo el primer médico chino muerto en la trinchera de la lucha por salvar vidas dentro de esta pandemia. No siempre los médicos me caen bien, muchos son traficantes de salud, pero éstos arriesgan la vida, al igual que las enfermeras y todos lo que trabajan en un hospital. Internamente doy gracias por tanta gente valiente. Gracias a ellos, a su sacrificio, vamos a sobrevivir a esta hecatombe. Recuerdo que entre todas la medicinas que compré para esta cuarentena, me olvidé de uno importante. No compré un anti diarréico. ¡Qué boludo!
Apago todo, la computadora, el teléfono, la televisión, la radio. No quiero saber nada por un rato. Me digo que no voy a entrar en la locura, que estaré en cuarentena pero seguiré escribiendo lo que yo quiera, no lo que manda el status quo. Saco a mi perro a caminar, aquí en Indiana la cosa está muy tranquila, vivo en un barrio de gente retirada. A mis cincuenta soy uno de los más jóvenes, eso me hace sentir estúpidamente bien. Mi perro se detiene, husmea, recorre el lugar con su hocico. Conozco ese ritual, es la hora de defecar. Se para, se posiciona, se arquea, y hace el esfuerzo necesario para expeler sus excrementos. Hace un montón. Casi tres veces más de lo normal. Hace una montaña. Esa masa está humeante por el frío que hace desde hace varios días. Me pregunto si he sido negligente y no he sacado al perro a pasear desde hace mucho tiempo. Me quedo mirando esa pequeña montaña y me alegro de que el perro no necesite papel higiénico. Reconozco que no tengo lo suficiente para todo este tiempo en cuarentena. Me pregunto si la próxima vez que vaya al súper tendré que pelearme con alguna abuela para obtener los últimos rollos. Me molesta tener que pensar tanto en el papel higiénico. La situación ya me está cansado, pero no dejo de aceptar, de que todo esto, el virus, la escasez, el manejo de los medios, la gente inadaptada, la enfermedad en sí, no es más que una reverenda cagada. Es hora de buscar alternativas, miro los árboles, la primavera está llegando y los árboles pronto se llenarán de hojas. La naturaleza siempre proveerá. Amén.
domingo, 17 de noviembre de 2019
El “Maldito Lasticön” o el vértigo del extremo, la última novela de Gastón Virkel
domingo, 3 de marzo de 2019
Cinco novelas del desarraigo
La novela De zorros y Erizos del mexicano Raúl Dorantes, nos trae a un grupo de amigos a la fuerza, que son tan dispares en sus creencias y actitudes como las naciones de su origen. Los hermana esa experiencia única que es la de ser un migrante. Sus entornos giran alrededor de una revista literaria, la resistencia a un sistema decadente, y se recluyen en ese ámbito pseudo-intelectual que genera el arte, el alcohol y el sueño eterno de la revolución. El lenguaje de esta novela es una suerte de voz coloquial, lo que hace que la lectura se acerque más una conversación con los personajes. Dorantes se apoya en los diálogos para entrar en la psiquis de los personajes, y así develarlos en toda su dimensión.