Bloggear o no bloggear...

...he aquí la cuestión. Me propongo desde este espacio publicar cada tanto algunos comentarios, artículos, opiniones sobre la realidad del latino en Estados Unidos, pero sin olvidarme que ante todo soy latinoamericano y lo que sucede en el continente afecta a todos los que estamos aquí. La frecuencia de publicación será bastante irregular, pero será de alguna manera activa y persistente. También haré una recopilación de artículos pasados y que ya fueron publicados en otros lugares pero que no dejan de ser actuales. Ojalá me ayuden con sus comentarios. Aquí vamos pues...

martes, 24 de abril de 2018

Divagaciones y encuentro en tres cuentos de Bernardo Navia Por Melina Calengas


Bernardo Navia, oriundo de la ciudad de Valparaíso, Chile, es el autor de Sobre destinos, ciudad y dios. En éste, envuelve sucesos escalofriantes como consecuencias de las divagaciones de la psiquis. El Bernardo conecta a la vida y la muerte como casualidades del destino paradojal, así como también del delirio y la demencia. Los sentidos se confunden en estas historias tétricas, en las cuales es difícil entrever cuál es la cuerda realidad o la personal delirante.  En “La vez que Agapito sudó”, mi mente ya comenzaba a entrever lo místico, cuando el autor, ¡así, paf!, le dio un vuelco irrisorio, de chascarrillo adolescente. Cuando los amigos de Agapito efectuaron pruebas inhumanas, en el intento de hacerlo sudar y probar errónea la rareza humana de su amigo. Así decidieron inicializarlo en el virtuoso arte del amor, y cuando el cuento alcanzaba su clímax literario, además de literal, Agapito finalmente suda, al punto de desintegrarse completamente ante los ojos de su amante.
Seguido a este relato ingenuo de la niñez y juventud, llega la historia “Sin tregua”, donde el Bernardo introduce esa sensación que experimentamos después del almuerzo abundante, la fiaca, que simplemente significa flojera. Por asociación de semejanza terrateniente, la curiosidad llevó al relato de esta historia que evoluciona desde el olvido común. Así continua la divagación de este personaje, desde estados de olvido, percepciones inocuas que crecen como una bola de nieve cuesta abajo y sin freno, hasta culminar con la pavorosa insania de persecución monstruosa. Me dejé envolver por la evolución de este relato, escrito a través de la simpleza de un diario de vida, en las cuales los días y semanas pasan por el personaje incrementando paulatinamente el curso de los acontecimientos desvariantes.
        Ese juego de emociones creado por Navia es lo que captó mi interés como lectora cuerda, o quizás algo desviada por el morbo. El secreto de esta atracción, está en la mente y sus dualidades contradictorias, el cual provee con material de sobra para explayarse en este género, creando obras que salen del contexto ordinario. Escritos que revolucionan e invitan al análisis de los pliegues neuronales más profundos. Los cuales develan pensamientos celosamente guardados, en los rincones más secretos, oscuros y pérfidos del subconsciente.


Los vacíos del gallo Samuel: Una visión sobre “La fatalidad de la gallina” Por Amelia Pacheco


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“Que los dioses me concedan su perdón o su castigo”

Son pocos los libros y poemarios que me dejan  pensando sobre mi propia existencia. La fatalidad de la gallina logró ese efecto. Provocó esa ansiedad de no poder despegar las pupilas de esas líneas que trazan la realidad, el pasado y el presente, pero sobre todo la conciencia de míticos personajes. La novela fue escrita por la colombiana Martha Cecilia Rivera, quien también es la primer inmigrante que ha publicado una novela en español en Chicago. Es un monólogo interior narrado por el personaje principal, Samuel, quien convive con un set de personajes con un gran vacío emocional y su obsesión por una mujer físicamente gloriosa.
La novela comienza narrando la historia del semidiós Ícaro. En algún momento el protagonista se compara con Ícaro y su fallido intento por ser pájaro, “desde el principio al fin, derrotado y solo”. El protagonista está locamente obsesionado con las piernas de Irene, mujer que describe con los mismos sinónimos que se usarían para describir a una diosa. La mayor parte de la novela toma lugar en una fiesta, y al son de los tambores y con un escenario muy superficial Samuel comienza a iluminar al lector sobre sus más bajas pasiones, soledad e inconformidad con la vida. Samuel es un hombre muy perceptivo y logra describir no solo a Irene, sino al resto de los personajes y sobre todo el ambiente en el que se encuentran. Lo hace tan detalladamente que te logra transportar al lugar de los hechos, como si fueses un invitado más bailando en el centro de la pista. Sientes que los ojos de Samuel ya no solo están en Irene o Daniel, ahora también sientes que el propio Samuel te mira fijamente y te describe sin reservas. Aunque la obsesión que siente por Irene es el tema central al sentirse en competencia con el personaje Daniel, la historia te lleva a mucho más que eso. Se descubren tramas de tensión provocados por el poder, la ambición, la competencia, la envidia e incluso el odio. Aún más, se expone el carácter superficial de aquellos que forman parte de la clase media.
La fatalidad de la gallina es un monologo interior narrado por un personaje perturbador y frívolo. Considero que en alguna parte de nuestra vida, fuimos ese Samuel. Tan poderoso y tan mediocre al mismo tiempo.  Ese Samuel vacío por dentro, sin saber a dónde ir, y con una gran culpa emocional por haber dejado ir las oportunidades en la vida por la monotonía del trabajo y las ambiciones, una vida que solo gira alrededor del dinero y del poder; y todo lo que no configure con esos ideales son cosas sin importancia, por ejemplo las mujeres. Porque para Samuel no son personas, solo son objetos que se asocian con lo abstracto, blanco o negro, bonito o feo, como si fueran piedras que se encuentran cuando va a la playa, y que no son merecedoras de afecto o de reconocimiento humano. Son esas combinaciones exteriores que nos permiten entender lo interior de Samuel y a todos aquellos que se encuentran involucrados en ese mismo ámbito laboral y social. El fluir de sus pensamientos también nos permite explorar el comportamiento de personas que como él viven una vida vacía y gris. 
Al parecer Samuel solo habla de Irene y de su obsesión por sus piernas, pero ¿quién es esa Irene? ¿Qué hay de su intelecto?, ¿De sus ojos?, ¿De sus manos?, ¿Acaso es solo piernas? Es ahí donde se descubre esa identidad machista de Samuel, aunque no lo expone. Sus adjetivos al referirse a las mujeres como objetos sexuales y clasificarlas como algo bueno o desagradable basado en sus atributos físicos, es más que suficiente para entender quién en realidad es Samuel. Toda otra mujer que no tenga las piernas de Irene es una gallina. Ni siquiera es capaz de mencionar alguna característica de sus rostros, para él todo es cuerpo, y solo tiene dos clasificaciones: diosa o gallina degollada.
Aunque en ocasiones la novela pueda sonar repetitiva, es a causa de su estructura. Pero cada línea te lleva a una nueva idea sin perder el rumbo de la historia. Vale la pena darle una oportunidad a ese Samuel que con su vacío te hará reflexionar sobre los más bajos pensamientos que conllevan a una  sociedad de hombres xenófobos y misóginos. Se infiere que todos estos hombres con puestos empresariales son personas inteligentes y capaces. Sin embargo, es como si esa inteligencia y poder les disminuyera su lado humano y sensibilidad hacia al resto de la sociedad, específicamente su respeto por las mujeres. La fatalidad de la gallina es una novela que expone los temas ocultos de una clase social y laboral a la cual muchos aspiramos. A Samuel le importa un cero a la izquierda el bienestar de Irene porque para él solo existen sus piernas y cuando eso se acabe será una gallina más de la oficina. Pero al final  ¿caeremos todos en esa superficialidad? ¿Acaso nos convertiremos en Samuel? ¿Seré para mis colegas hombres una Irene fatal o una gallina más?
“Que los dioses me concedan su perdón o su castigo”