Bloggear o no bloggear...
martes, 2 de diciembre de 2025
Una visión sobre "Hace días que llueve mierda", una novela de Germán Barrera Toro
"Hace días que llueve mierda", una novela de Germán Barrera Toro
Esta novela, Hace días que llueve mierda, de Germán Barrera Toro, nos llega como una grieta en la realidad, donde lo cotidiano se va disgregando hasta teñirse de imposible, como si de repente se rompiera todo y la realidad se hiciera trizas. La protagonista de este texto vive en un estado de alerta constante, atrapada en un departamento que funciona a la vez de refugio como de celda, mientras del cielo cae una lluvia tan grotesca que desafía la lógica de lo real. Esa lluvia —mierda en su forma literal— marca el pulso del relato: una atmósfera donde lo palpable se pudre y lo irreal no trae consuelo, sino una interrogación simbólica sobre la propia cordura.
La paranoia de la protagonista no surge como síntoma individual, sino como respuesta lúcida a un entorno que ha dejado de ser confiable. Si el aire se vuelve irrespirable y las calles se cubren de excrementos mientras todos actúan como si nada, ¿quién está verdaderamente delirando? La protagonista observa lo que los demás eligen ignorar: los vecinos que fingen normalidad, el novio que reduce sus inquietudes a exageraciones sin base. Su paranoia es, en realidad, una forma de percepción extrema, una sensibilidad que rompe con la mansedumbre colectiva. En ese sentido, la lluvia imposible opera como catalizador de una realidad inexplicable: un fenómeno que debería conmover al mundo pero que solo parece corroer el alma de quien lo ve y al que lee.
La casa, llena de cosas, recuerdos y polvo, empieza a sentirse como un organismo propio, uno que reacciona a su angustia. Cada sonido —el grillo, el golpecito inmundo de la lluvia en la ventana, la vibración del celular que nunca trae buenas noticias— crece dentro de ella hasta volverse una amenaza. Nada es claramente sobrenatural, pero todo está al borde de serlo, como si su mente y el espacio fueran moldeándose mutuamente. Su paranoia cambia el ambiente, y el ambiente la cambia a ella. Ahí es donde el realismo mágico se cuela sin hacer ruido, como un secreto que solo conoce la narradora.
Incluso las relaciones sociales adquieren un matiz raro. Los vecinos no son personas, sino figuras arquetípicas de una pesadilla urbana: Sebastián, insinuante y viscoso; Teresa, guardiana de normas absurdas; la abuela, voz lejana que resuena desde otro tiempo; Juanjo, sombra pragmática que deja un vacío más grande que su ausencia. Todos ellos viven en un espacio suspendido entre el insomnio y la alucinación.
Y de repente nos llega Dante, ese gato que rompe todo aquel clima. Un animal que, sin decir nada, la entiende mejor que cualquiera. Parece aparecer desde otro plano, como un mensajero del caos pero también de la ternura. Lo desacomoda y la calma al mismo tiempo. Es una figura mágica que no necesita explicación; simplemente opera y que le sirve de nexo con esa realidad que parece distante.
En esa búsqueda de sentido, la protagonista reconstruye su espacio y, con él, el contorno de su identidad. La paranoia no desaparece: se integra. Se vuelve brújula. Al final, la protagonista empieza a habitar el absurdo con una dignidad extraña, aceptando que la única forma de sobrevivir en un mundo en descomposición es abrazarlo y atravesarlo sin pedir permiso ni explicación.
El texto, en el fondo, no cuenta una locura: cuenta el despertar de alguien que, frente a un mundo irreal, decide vivirlo de la manera que puede.
Germán Barrera Toro ha construido una obra marcada por la observación precisa de una sociedad decadente. Uno de los logros de este libro es la habilidad para revelar, con una prosa exacta pero profundamente evocadora, la tensión escondida en gestos simples, en el análisis profundo de la psiquis humana, con una voz narrativa capaz de entrelazar memoria, intimidad y crítica social sin perder claridad ni certeza. Hace días que llueve mierda es un texto que destaca por la manera en que lo real se entrecruza con lo simbólico, generando imágenes que perduran en la mente del lector. Un texto que provoca y conmueve, y por eso, es digno de su lectura.
martes, 29 de julio de 2025
Reseña de "La cultura es una estafa", de Hernán Vera Alvarez
Nadie muere para siempre si el recuerdo está ahí, para revivir un pasado de gloria, de opacidad o de tosca intrascendencia. A veces los libros no son más que simples recuerdos, quizás no exactos, pero fieles a nuestra propia perspectiva y fidelidad a una idea. Recordar es resucitar, y en esa pequeña vida que vuelve desde las orillas del pensamiento, se encuentran libros como La cultura es una estafa, de Hernán Vera Álvarez, o simplemente Vera.
El título de esta colección de crónicas, ensayos y reflexiones profundas, es ya enigmático y sugestivo porque trata de romper una ficción establecida: la del mito popular en contra de una realidad cruel y a veces ignota. Los textos que componen este libro son las lecturas, las percepciones y el estudio de un escritor que ha intentado inmiscuirse en la propia esencia del pasado. Vera ha leído toda su vida, ha reaccionado a sus emociones y ha volcado esas vivencias en reflexiones específicas, ha investigado a esos autores de los que no se sabe mucho pero se intuye que sus vidas fluctuaban entre la idealización y la desilusión. Vera va al rescate de almas perdidas en una nebulosa literaria que se sucede a partir del recuerdo, de palabras olvidadas en libros que quizás ya no se encuentren en los estantes de aquellas librerías preferidas, como si quisiera releer esas notas que se hacen en los márgenes de los libros, esos pensamientos que se disparan a partir de la lectura minuciosa de textos que han marcado un momento, sin dejar de dar un toque personal y una visión única y particular. Al rescatar a esos escritos y a esos escritores, se les vuelve a dar una vida más, una posibilidad de lectura que perdura en esa íntima relación con el libro. Esa contemplación profunda en el vínculo entre la mente del autor y el papel en blanco, eso es un viaje a la eternidad, al entendimiento de una mente con sed de comunicación.El rescate también llega a las ciudades, ya que podemos viajar en la geografía y en el tiempo, a un Miami poco glamoroso de los cincuenta, a un Tánger de los ochenta que inspira desde lo exótico, o a una París de exilios y redenciones. Este es un libro de recuerdos, pero también de análisis, de vueltas atrás para entender el presente, para comprender los porqués de la literatura y de momentos definitorios de la vida.
Vera reflexiona, en La cultura es una estafa, sobre un cúmulo de cosas que le han cambiado su modo de ver el mundo, o que quizás le han agregado algo de claridad. Se da cuenta de que las vicisitudes han evolucionado, no siempre para bien: la tecnología, las necesidades, las prioridades. Y también se ha atrevido a llenar esos espacios entre líneas que sugiere la lectura. Pero no se ha detenido ahí, sino que entrega un respiro más a esos pensamientos que ha acumulado; no se los ha guardado, los comparte con nosotros para que le sigamos aportando aire a una literatura que sigue creciendo en su pluma, en su visión y en la permanencia de esos recuerdos que vuelven para mantener latentes esos instantes que nos hicieron humanos.
Fernando Olszanski
