Bloggear o no bloggear...

...he aquí la cuestión. Me propongo desde este espacio publicar cada tanto algunos comentarios, artículos, opiniones sobre la realidad del latino en Estados Unidos, pero sin olvidarme que ante todo soy latinoamericano y lo que sucede en el continente afecta a todos los que estamos aquí. La frecuencia de publicación será bastante irregular, pero será de alguna manera activa y persistente. También haré una recopilación de artículos pasados y que ya fueron publicados en otros lugares pero que no dejan de ser actuales. Ojalá me ayuden con sus comentarios. Aquí vamos pues...

viernes, 7 de diciembre de 2018

Años

Años

Estás pasando mucho tiempo frente al espejo. Anda, apúrate, vas a llegar tarde al trabajo. ¿Qué miras? ¿Qué hay de nuevo que no hayas visto ayer, o el día anterior? Recuerda lo que te has repetido muchas veces, que el espejo es un mentiroso. El espejo no te dice nada en realidad, es lo que tú ves lo que vale la pena considerar. ¿Qué ves? ¿Un par de arrugas? ¿Es eso lo que te molesta? Vamos hombre, tienes tus años bien puestos, tus arrugas tan solo dicen que has vivido. No es para tanto. ¿No has visto cómo Adela te mira? ¿Y Mirta, no te preguntó acaso si irías al concierto en el parque? Sí, tal vez haya sido por curiosidad, o tal vez le gustaría encontrarte y hablar de algo más que de trabajo. Pero no es eso lo que te aflige, ¿verdad?
Oh, ya veo, has visto más cabellos en el cepillo que de costumbre. Ves algunos colores grises en tus sienes, y las entradas en tu cabellera se están haciendo incipientes. ¿Y eso te perturba? No debería, sabes. La canas son como condecoraciones. Son premios que nos salen por cada complicación que superamos, por cada problema que resolvemos casi sin despeinarnos. Se llama experiencia creo. Algo que se valora mucho, algo que es muchas veces inestimable. ¿No has escuchado eso que el diablo sabe más por viejo que por diablo? Te gusta que te pregunten cosas, lo sé. Lo he visto en tu semblante cada vez que vienen por un consejo. Cada vez que a otros le es más importante tu opinión, que incluso de la de tus jefes. O a tus jefes, esos que deberían estar tan seguros de lo que hacen te consultan a ti, porque no saben cómo actuar. Recuerda a tu padre. Casi sin cabellos a tu misma edad, y sin embargo nunca perdió un ápice de respetabilidad. Nunca dejaste de admirarlo. Tus vecinos, tus amigos, tu familia, tampoco dejaron de verlo como una persona a la que debían tener cerca por el cariño y tranquilidad que irradiaba. Y dime, ¿a él le importaba ser calvo? Pero si hasta le daba cierto aire de dignidad.
Parece que no te estoy convenciendo. Hasta pareces algo deprimido. ¿Que tienes panza? ¿Una leve protuberancia en tu estomago que hace un poco más difícil vestir buenas ropas, y que cuando caminas, o haces algún deporte te hace respirar más pesado y sentirte incómodo? Pero no hay nada malo en eso. No te dejes caer por lo que otros digan. Lo que tengas que cambiar, cámbialo porque tú quieres cambiarlo, por tu salud, por tu integridad, para ahorrar dinero, para lo que sea. Pero no porque lo digan los demás. Ellos no existen al momento de opinar sobre tu apariencia. No estorbas a nadie, no juzgas, no ofendes. Eres tú y tu conciencia lo que debes escuchar al momento de decidir.  Pero déjame recordarte algo. La semana pasada, cuando te juntaste con Roberto y Carlos en ese bar que tanto te gusta, que sirven esa cerveza tan fría, donde la música en vivo te hace todavía vibrar como lo hacías veinte años atrás, con esas tapas que llegan a la mesa y hacen la conversación más amena, más llena de vida y filosofía. O esa cita que tuviste con Delia en un restaurant etíope. Comiste con las manos, probaste sabores exóticos, bebiste un té que nunca habías probado antes, y te gustó. Igual que te gustó como Delia te miraba y estabas seguro de que a Delia le gustaba lo que estaba mirando. Buenos momentos, ¿no? Inolvidables realmente. Bien, tu panza se creó en esos momentos en que tu alma se sentía en comunión con el todo. Disfrutando, teniendo paz, asiendo la certeza de que la vida es bella y vale pena vivirla. 
Vamos hombre, tienes años nada más y mucho por vivir. Tienes una base de elementos que te permiten pensar en el futuro con confianza, en mirar hacia adelante sabiendo que has tenido un bagaje de experiencias en que sostenerte al momento de tomar decisiones. Sabes además que otros dependen de ti, se apoyan en ti, necesitan de ti como tú necesitas de ellos. 
Anda, ve a cambiarte, ponte esa camisa color lila que todos siempre te elogian. Usa esa corbata color crema azulado que te queda tan bien con el traje gris. Lustra los zapatos negros. Afloja el cinturón un poco para que te sientas más cómodo, ves, es el mismo agujero de siempre, casi que no has engordado. Péinate con confianza, esos cabellos que se quedan el camino son etapas superadas, son la prueba de que eres un hombre que ha enfrentado y superado todo o casi todo en la vida. Un hombre de bien. 
Sal a la calle. Disfruta del sol en tu rostro. Huele los aromas de tu barrio. El pan horneado de la panadería, el café recién molido del café de la esquina, las flores frescas de la florería y los pasteles que Doña María prepara para alguna fiesta del fin de semana. Sonríe. camina hasta la estación de tren, verás como un desconocido te deseará un buen día y tú querrás hacer lo mismo cuando veas pasar a un extraño, y sabrás que has cambiado su día como la persona anterior lo ha hecho contigo. ¿No es un sentimiento maravilloso? En el tren verás a los mismos pasajeros de siempre, al hombre anotando números de lotería, al guarda controlando los boletos, a esa madre con sus dos hijos vestidos con el uniforme de una escuela privada y que se bajarán tres estaciones antes que ti. Conoces tu elemento, te sientes seguro en tu ambiente, nada te preocupa. ¿Te sientes bien contigo mismo? ¿Te sientes confiado? Te lo dije, el espejo es un gran mentiroso. Eres como quieras verte, el espejo eres tú, eres el dueño de tu reflejo. Tienes cincuenta años y has vivido. Pero no te distraigas porque queda mucho por hacer. El día tiene veinticuatro horas, ve y llénalas como se te plazca, y al final del día celebra que estás viviendo.



































martes, 24 de abril de 2018

Divagaciones y encuentro en tres cuentos de Bernardo Navia Por Melina Calengas


Bernardo Navia, oriundo de la ciudad de Valparaíso, Chile, es el autor de Sobre destinos, ciudad y dios. En éste, envuelve sucesos escalofriantes como consecuencias de las divagaciones de la psiquis. El Bernardo conecta a la vida y la muerte como casualidades del destino paradojal, así como también del delirio y la demencia. Los sentidos se confunden en estas historias tétricas, en las cuales es difícil entrever cuál es la cuerda realidad o la personal delirante.  En “La vez que Agapito sudó”, mi mente ya comenzaba a entrever lo místico, cuando el autor, ¡así, paf!, le dio un vuelco irrisorio, de chascarrillo adolescente. Cuando los amigos de Agapito efectuaron pruebas inhumanas, en el intento de hacerlo sudar y probar errónea la rareza humana de su amigo. Así decidieron inicializarlo en el virtuoso arte del amor, y cuando el cuento alcanzaba su clímax literario, además de literal, Agapito finalmente suda, al punto de desintegrarse completamente ante los ojos de su amante.
Seguido a este relato ingenuo de la niñez y juventud, llega la historia “Sin tregua”, donde el Bernardo introduce esa sensación que experimentamos después del almuerzo abundante, la fiaca, que simplemente significa flojera. Por asociación de semejanza terrateniente, la curiosidad llevó al relato de esta historia que evoluciona desde el olvido común. Así continua la divagación de este personaje, desde estados de olvido, percepciones inocuas que crecen como una bola de nieve cuesta abajo y sin freno, hasta culminar con la pavorosa insania de persecución monstruosa. Me dejé envolver por la evolución de este relato, escrito a través de la simpleza de un diario de vida, en las cuales los días y semanas pasan por el personaje incrementando paulatinamente el curso de los acontecimientos desvariantes.
        Ese juego de emociones creado por Navia es lo que captó mi interés como lectora cuerda, o quizás algo desviada por el morbo. El secreto de esta atracción, está en la mente y sus dualidades contradictorias, el cual provee con material de sobra para explayarse en este género, creando obras que salen del contexto ordinario. Escritos que revolucionan e invitan al análisis de los pliegues neuronales más profundos. Los cuales develan pensamientos celosamente guardados, en los rincones más secretos, oscuros y pérfidos del subconsciente.


Los vacíos del gallo Samuel: Una visión sobre “La fatalidad de la gallina” Por Amelia Pacheco


:
“Que los dioses me concedan su perdón o su castigo”

Son pocos los libros y poemarios que me dejan  pensando sobre mi propia existencia. La fatalidad de la gallina logró ese efecto. Provocó esa ansiedad de no poder despegar las pupilas de esas líneas que trazan la realidad, el pasado y el presente, pero sobre todo la conciencia de míticos personajes. La novela fue escrita por la colombiana Martha Cecilia Rivera, quien también es la primer inmigrante que ha publicado una novela en español en Chicago. Es un monólogo interior narrado por el personaje principal, Samuel, quien convive con un set de personajes con un gran vacío emocional y su obsesión por una mujer físicamente gloriosa.
La novela comienza narrando la historia del semidiós Ícaro. En algún momento el protagonista se compara con Ícaro y su fallido intento por ser pájaro, “desde el principio al fin, derrotado y solo”. El protagonista está locamente obsesionado con las piernas de Irene, mujer que describe con los mismos sinónimos que se usarían para describir a una diosa. La mayor parte de la novela toma lugar en una fiesta, y al son de los tambores y con un escenario muy superficial Samuel comienza a iluminar al lector sobre sus más bajas pasiones, soledad e inconformidad con la vida. Samuel es un hombre muy perceptivo y logra describir no solo a Irene, sino al resto de los personajes y sobre todo el ambiente en el que se encuentran. Lo hace tan detalladamente que te logra transportar al lugar de los hechos, como si fueses un invitado más bailando en el centro de la pista. Sientes que los ojos de Samuel ya no solo están en Irene o Daniel, ahora también sientes que el propio Samuel te mira fijamente y te describe sin reservas. Aunque la obsesión que siente por Irene es el tema central al sentirse en competencia con el personaje Daniel, la historia te lleva a mucho más que eso. Se descubren tramas de tensión provocados por el poder, la ambición, la competencia, la envidia e incluso el odio. Aún más, se expone el carácter superficial de aquellos que forman parte de la clase media.
La fatalidad de la gallina es un monologo interior narrado por un personaje perturbador y frívolo. Considero que en alguna parte de nuestra vida, fuimos ese Samuel. Tan poderoso y tan mediocre al mismo tiempo.  Ese Samuel vacío por dentro, sin saber a dónde ir, y con una gran culpa emocional por haber dejado ir las oportunidades en la vida por la monotonía del trabajo y las ambiciones, una vida que solo gira alrededor del dinero y del poder; y todo lo que no configure con esos ideales son cosas sin importancia, por ejemplo las mujeres. Porque para Samuel no son personas, solo son objetos que se asocian con lo abstracto, blanco o negro, bonito o feo, como si fueran piedras que se encuentran cuando va a la playa, y que no son merecedoras de afecto o de reconocimiento humano. Son esas combinaciones exteriores que nos permiten entender lo interior de Samuel y a todos aquellos que se encuentran involucrados en ese mismo ámbito laboral y social. El fluir de sus pensamientos también nos permite explorar el comportamiento de personas que como él viven una vida vacía y gris. 
Al parecer Samuel solo habla de Irene y de su obsesión por sus piernas, pero ¿quién es esa Irene? ¿Qué hay de su intelecto?, ¿De sus ojos?, ¿De sus manos?, ¿Acaso es solo piernas? Es ahí donde se descubre esa identidad machista de Samuel, aunque no lo expone. Sus adjetivos al referirse a las mujeres como objetos sexuales y clasificarlas como algo bueno o desagradable basado en sus atributos físicos, es más que suficiente para entender quién en realidad es Samuel. Toda otra mujer que no tenga las piernas de Irene es una gallina. Ni siquiera es capaz de mencionar alguna característica de sus rostros, para él todo es cuerpo, y solo tiene dos clasificaciones: diosa o gallina degollada.
Aunque en ocasiones la novela pueda sonar repetitiva, es a causa de su estructura. Pero cada línea te lleva a una nueva idea sin perder el rumbo de la historia. Vale la pena darle una oportunidad a ese Samuel que con su vacío te hará reflexionar sobre los más bajos pensamientos que conllevan a una  sociedad de hombres xenófobos y misóginos. Se infiere que todos estos hombres con puestos empresariales son personas inteligentes y capaces. Sin embargo, es como si esa inteligencia y poder les disminuyera su lado humano y sensibilidad hacia al resto de la sociedad, específicamente su respeto por las mujeres. La fatalidad de la gallina es una novela que expone los temas ocultos de una clase social y laboral a la cual muchos aspiramos. A Samuel le importa un cero a la izquierda el bienestar de Irene porque para él solo existen sus piernas y cuando eso se acabe será una gallina más de la oficina. Pero al final  ¿caeremos todos en esa superficialidad? ¿Acaso nos convertiremos en Samuel? ¿Seré para mis colegas hombres una Irene fatal o una gallina más?
“Que los dioses me concedan su perdón o su castigo”


lunes, 8 de enero de 2018

“Cuentos del norte, Historias del sur”, un viaje entre los dos hemisferios. (Reseña)

Siempre hablamos de que el escritor en el exilio o en la diáspora debe pasar por etapas creativas diferentes y que estas están comandadas por distintas edades emocionales relacionadas al desarraigo. En “Cuentos del norte, Historias del sur” vemos nítidamente esas tres etapas creativas. La de escribir pensando en el terruño, la de la fascinación por lo nuevo y la necesaria comparación constante entre lo viejo y lo nuevo, y la última, desde el arraigo, del personaje totalmente adaptado al lugar donde vive.
             “Cuentos del norte, Historias del sur”, es un libro de cuentos del escritor peruano Hemil García Linares, que nos transporta desde el Perú donde creció el autor, hasta los Estados Unidos, donde el escritor reside actualmente. Si bien las historias se intercalan geográficamente entre ambos hemisferios, mantienen una coherencia narrativa ya que su unidad está basada en construcción sicológica de los personajes y en los temas personales que se manejan en cada uno de los escritos.
            Los personajes de García Linares pueden ser obsesivos, ellos llegan a olvidarse ciegamente de los cánones sociales con tal de satisfacer esas metas incomprensibles a veces, y heroicas otras. En las historias que se suceden en Perú, los textos son vividos por personajes jóvenes, normalmente viviendo en barrios marginales y con actitud de arrabal. Estos personajes tienen en común la música, el amor inocente, el crecimiento en una sociedad con un futuro incierto y violento, y también con el sueño obligado de la emigración.
            Aquellas historias que están situadas en Estados Unidos presentan a personajes bien adaptados o en proceso de serlo, a las circunstancias de lo cotidiano. A veces los personajes son inmigrantes ilegales siendo estafados en su trabajo o ya ciudadanos sirviendo en alguna de las tantas guerras lejanas que ofrece este país. En ellas el ambiente es diferente. Los personajes también. En estas historias norteñas los personajes se muestran más reflexivos y quizás hasta un poco más vencidos por las miserias del mundo. Quizás García Linares intenta demostrar que la inmigración es un viaje personal e interno, y que lo externo es solo el resultado de ese viaje interior.
            Los textos muestran al final de cada uno el año en el que fueron escritos, y deducimos a través de ello que la construcción del libro transcurrió entre el 2004 y el 2010. Esto puede ser anecdótico, pero no se debe pasar por alto esas etapas literarias que el escritor en el desarraigo debe pasar, como mencionábamos antes, el autor nos muestra claramente esas tres etapas en sus escritos.

            García Linares apela a la psiquis emocional, construye personajes creíbles pero también contaminados por pensamientos propios y no siempre justificables. El lector se puede encontrar en estos escritos un narrativa fluida y constante, que conmueve y que hace cómplice de la lectura. Celebramos libros como “Cuentos del norte, Historias del sur” porque están bien escritos y porque nos llenan los ojos, pero también porque nos acercan a nosotros mismos. Algo que no es fácil de lograr.

Fernando Olszanski es autor del libro de relatos Rojo sobre blanco, es Director Editorial de Ars Communis, www.arscommun.com