Bloggear o no bloggear...
...he aquí la cuestión. Me propongo desde este espacio publicar cada tanto algunos comentarios, artículos, opiniones sobre la realidad del latino en Estados Unidos, pero sin olvidarme que ante todo soy latinoamericano y lo que sucede en el continente afecta a todos los que estamos aquí. La frecuencia de publicación será bastante irregular, pero será de alguna manera activa y persistente. También haré una recopilación de artículos pasados y que ya fueron publicados en otros lugares pero que no dejan de ser actuales. Ojalá me ayuden con sus comentarios. Aquí vamos pues...
jueves, 4 de octubre de 2012
Picapedrero, cuento corto
Picapedrero
Levanta la maza y la deja caer contra el adoquín. La maza no golpea el adoquín, sino lo que está en medio. Una piedra. Mira malhumorado la pequeña montaña de piedras que todavía falta por picar para el contrapiso. A pesar del cansancio del trabajo en la fábrica y de la construcción que no se termina, sigue picando. Es su casa, el oasis.
Levanta otra vez la maza y la deja caer contra el adoquín. Los músculos del brazo le piden un descanso, sucesivos dolores se lo dicen. Se ofusca, la montaña no se desvanece.
Cada vez que golpea el adoquín y la piedra en medio, cierra los ojos. A pesar de los ojos cerrados sigue viendo la piedra y cómo se deshace. No abre los ojos, sabe que la montaña no se ha desvanecido. Respira profundo buscando fuerzas para seguir picando. Después, siente que puede abrir los ojos.
Evita mirar el rancho. “Es temporario”, dijo tantas veces, pero construir es caro y el metálico no abunda, por eso pica piedras. Todo a la antigua, a mano, a pulmón. Lo temporario se le hace largo, pero no afloja. Está construyendo un oasis. Un oasis de ladrillos, cal y cemento. De reojo, casi accidentalmente, mira el rancho.
Perdió la cuenta de cuántas veces levantó la maza para golpear el adoquín. Tampoco se imagina cuántas veces más tendrá que hacerlo. Está cansado, dolorido, desanimado. El oasis se aleja a la deriva de un mar de arena. Un mar de arena que está fuera de control y a la deriva.
Levanta otra vez la maza para golpear el adoquín, pero un grito lo frena. Es un grito festivo, un grito de pájaro, un pájaro que pide abrir las alas.
“Papá, papá”, dice el niño pájaro que pide abrir las alas, “Papá, papá, puedo…puedo…puedo?”. Al hablar, las innumerables pecas del rostro del niño parecen multiplicarse, es tanta la felicidad que expresa que su cara se ensancha en sonrisas y muecas involuntarias. Tiene seis años y no entiende de mazas, de adoquines, ni de ranchos. Apenas pide abrir sus alas.
La maza baja cauta contra el adoquín; esta vez, no rompe la piedra. Sólo se apoya.
Mira a su hijo que baila sin moverse esperando la respuesta. Trata de contarle las pecas pero éstas se sobreponen en cada contorsión de los labios. Se pregunta cómo podría decirle no, sin quebrarle alguna de sus alas.
Dice sí. No quiere riesgos.
El niño salta de alegría y baila ahora con movimientos, lo abraza, lo besa y le agradece.
El niño toma la maza y trata de golpear el adoquín. No lo consigue.
Hay carcajadas. Hay trinos. Hay un abrazo.
Dejan todo. Se van juntos sin saber a dónde van. La montaña está ahí pero se ha desvanecido. La maza y el adoquín, se miran indiferentes.
El oasis nunca había estado tan cerca.
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Um belo conto de amor. Além disso, um belo texto literário - emoção e precisão nas escolhas. Parabéns
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